Almudévar. Principios de agosto. Un sol de justicia en plena ola de calor. Y una pareja de novios encantadora, Pablo y Ana, que varios meses antes nos habían planteado un reto. Transformar la empresa familiar, situada en la localidad oscense de Almudévar, en una finca de ensueño en la que casarse y poder celebrar una boda de verano llena de magia (y de muchas sorpresas).
Dicho y hecho. Después de muchos meses de trabajo con la pareja, y también con sus familiares, llegó el gran día. O mejor dicho, los grandes días. Porque el viernes se celebró la boda religiosa en la ermita de Almúdevar ante un un reducido grupo de 70 invitados, con comida incluida en una mesa espectacular en la que el rosa fue el gran protagonista y a la que no le faltó detalle, y la gran celebración del día siguiente, con 300 invitados deseosos de ser testigos de excepción del enlace de la feliz pareja.
Para la ocasión, transformamos por completo la empresa familiar. En una primera zona, con un rincón de bienvenida, el espacio para la ceremonia, y el cóctel, ofrecido por La Cocina de José Fernández ¡No faltó ni un puesto de ostras! (decorado por La Lola con vegetación y con unos salvavidas procedentes de uno de los barcos que surcan la Bahía de Santander).
El siguiente espacio, la zona del banquete. Para la ocasión, se instaló una increíble carpa transparente de Aracarpas, iluminada con guirnaldas de luces y decorada por La Lola con estructuras elevadas llenas de vegetación, caminos de mesa vegetales, velas, y una estupenda mesa presidencial repleta de flores y de faroles. Un marco lleno de magia ideal para que La Cocina de José Fernández sirviese sus delicias a los invitados de la feliz pareja (atención a la espectacular champanera de hielo y luz de La Cocina). A la entrada, un espectacular seatting plan diseñado con viejas puertas de un palacete extremeño, unas antiguas ventanas compradas en un mercadillo del Sur de Francia, capazos y vegetación con toques dorados servía para que cada invitado supiese dónde sentarse.
Y para acabar, la zona de fiesta, situada en los jardines de la empresa familiar. Como puerta de acceso, un espectacular arco de metal preparado para la ocasión por Lorenzo (el padre del novio), que nos encargamos de recubrir de vegetación y flores. Y una vez traspasado el arco de entrada, los invitados se encontraron con distintos puntos decorativos.
Un cuelgatacones, una candy bar en la que destacaba la Donuts Bar, un Salad Bar, el photocall, instalado en un antiguo vagón de tren que la familia tiene en esta zona de la empresa… Todo ello, entremezclado con la iluminación nocturna de Sonido 54, y con la deco que instalamos en la piscina (llena de velas y de faroles), o los tules, los botes con velas y las guirnaldas led que colgaban de los árboles… todo pensado para crear una atmósfera mágica para una noche de verano.